Los Lope de Lope

 

Luz. C. Souto

Universidad de Valencia

luz.souto@uv.es

 

En el marco del Proyecto ARTELOPE. Base de Datos, Argumentos y Textos del Teatro de Lope de Vega y utilizando la BBDD como herramienta de búsqueda, proponemos un análisis de los personajes que Lope ha elegido para llevar su nombre. Los Lope de Lope, vistos como posibles álter egos que cambian de universo social, de lugares, de discurso y de roles, permitiendo al autor disociarse en diferentes personalidades, vivir las vidas que le hubieran tocado en suerte si la fortuna de la palabra no hubiera sido su sino.

De esta manera, a lo largo de 36 obras, el autor opta por ser noble, caballero, galán, pero también por vislumbrar el mundo de la servidumbre siendo a veces lacayo, a veces criado. Rememorando su paso por el ejército y la dicotomía de un periodo que se caracterizó por, en palabras de Leopoldo Corretjer para referirse a Sarmiento, “la espada, la pluma y la palabra”113; también permite que sus personajes se inmiscuyan entre grupos más bélicos, generalmente como soldados o militares en defensa de una corona, o de la fe cristiana. Más de una vez estos álter egos literarios juegan a acercarse y alejarse del Lope histórico; así los personajes que crea también representan sus diferentes facetas: seductor, amante, militar, religioso, exiliado o padre, pero sobre todo figuran al soñador, a aquel que es capaz de imaginar escenas y perderse en los límites de sus propias invenciones, a un Lope enfermo de literatura, de su propia literatura que no puede dejar de producir, un abismo antagónico al que en el siglo XXI expresará Vila Matas con su ágrafo trágico114.

En esta treintena de obras Lope puebla las páginas con su verdadero nombre, no oculta su nominativo tras las redondillas o los romances, como sí hará dos siglos después William Wilson tras la ficción de Poe cuyas palabras, a pesar de la distancia histórica, parecen englobar también a Lope y a los habitantes de sus versos: “Desciendo de una raza cuyo temperamento imaginativo y fácilmente excitable la destacó en todo tiempo; (…). Crecí gobernándome por mi cuenta, entregado a los caprichos más extravagantes, y víctima de las pasiones más incontrolables”. (Poe, 2007:175-176).

Los Lope de Lope no entran en conflicto entre sí ni con su creador, para eso ya están el resto de los personajes y para eso ya habrá tiempo en el resto de la historia de la literatura, tampoco desdoblan su personalidad como lo harían siglos después Dorian Gray o el Yakov Petrovich Goliadkin de Dostoievski, aunque sí representan, como estos, los vicios del autor, sus frustraciones, los deseos alcanzados y, cuánto más, aquellos anhelos que con el tiempo se hicieron imposibles de materializar. Porque, como dicen Ignacio Arellano y Carlos Mata, “la vida y la obra de Lope se hallan enredadas sin distinción posible, y porque la vida de un poeta que escribió tantos miles de versos no se puede explicar sin recurrir a su creación”. (2011:7)

Apelando a su creación también Joan Oleza analiza el inacabable mundo de los nombres, pero a partir de Leonardo y su femenino, Leonarda, y con un doble guiño literario a Oscar Wilde y a Proust lo denomina «La importancia de llamarse Leonardo: en busca de un archipersonaje en el teatro de Lope de Vega», haciendo un recorrido por los diferentes Leonardos o Leonard históricos llega hasta el de Lope, a partir del cual se sumerge en las obras, advirtiéndonos antes de comenzar: “Pero Leonardo, el Leonardo más variado y florido, estaba reservado para Lope de Vega”. (2011: 204).

Los Lope del Fénix, son personajes que no se alejan más allá del mundo medieval, no los encontramos camuflados en la antigüedad clásica, ni en los episodios del Antiguo o el Nuevo Testamento, no consuelan a La hermosa Ester cuando llora por sus padres, cual Fineo con Ariadna, tampoco aparecen en los tiempos maravillosos o en los alegóricos. Pero sí se deslizan por 19 obras que transcurren en la Edad Media, en 12 de época contemporánea, en 4 de los Reyes Católicos y en 1 de tiempo indeterminado (El triunfo de la humildad y soberbia abatida).

En las comedias que transcurren en la Edad media es recurrente el personaje de Don Lope de Luna, aparece en La adversa Fortuna de don Bernardo de Cabrera (1634), La Campana de Aragón (1623) y La próspera fortuna de don Bernardo de Cabrera (1634). El Lope de La campana de Aragón, es un personaje secundario, un noble aragonés que se reúne en la corte para cuestionar las acciones del nuevo rey, Ramiro de Aragón, que a los ojos de Lope es demasiado tosco para las tareas del reino, interpretando, de esta manera, su humildad como una debilidad. Los nobles desean vengarse porque el rey los ha dejado fuera de las decisiones pero la conspiración es acallada antes de comenzar, Ramiro corta la cabeza de los nobles y las dispone en forma de campana, frente a sus hijos, para evitar futuros complots. Mal final para el Lope orgulloso y desleal.

En La próspera fortuna de don Bernardo de Cabrera encontramos a un Lope valiente que, abrazado por la fatalidad, no importa lo que haga para agradar a su rey porque siempre será olvidado, desplazado de las distinciones e ignorado; con el amor no le va mucho mejor, ya que la infanta Violante está enamorada de su amigo Bernardo Cabrera, y en la tercera jornada el rey validará la relación. Las vicisitudes del personaje bien pueden ser una hiperbólica narración de las decepciones del autor en el intento de acercarse a los gobernantes, en palabras de Felipe Pedraza:

A pesar de estos esfuerzos, no consiguió atraer al poder ni alcanzó la protección deseada. Probablemente su origen plebeyo y su vida escandalosa eran un obstáculo insalvable para acceder a cargos y honores oficiales. El desaire de los poderosos irá engendrando un sentimiento de desengaño y frustración que impregnará sus obras de vejez. (2009:52)

Por otro lado, la suerte de don Lope de Luna cambia en La adversa Fortuna de don Bernardo de Cabrera, en la que, al tener los mismos personajes y al continuar la trama de la Próspera fortuna…, puede verse un intento de justicia poética donde el héroe abandonado es redimido. Aquí Lope, luego de erigirse triunfalmente sobre el destino nefasto de la obra anterior y, al parecer, traspasar el infortunio a Bernardo, llora por la decapitación pública de su amigo, aunque, salvedad aparte, no tiene reparos en quedarse con el futuro del fallecido ni en gozar de los placeres con la infanta Violante. Sin embargo, no podemos apoyarnos en esta comedia como en una versión más optimista o un destino más feliz pensado por Lope para su alter ego, ya que no es de autoría fiable115. De hecho, de las 36 obras que llevan como personaje a Lope sólo 21 son de autoría fiable, 10 son de autoría dudosa, 2 de autoría probable y 3 no se consideran de Lope para Morley y Bruerton116.

Volviendo a las de autoría fiable, en El alcaide de Madrid y en El caballero de Illescas encontramos a don Lope de Mendoza. En la primera Lope comparte protagonismo con don Fernando, ambos caballeros cristianos que están enamorados de doña Leonor, hija del alcaide de Madrid. Ante el escenario de una Madrid sitiada por los moros, don Lope, siguiendo la tónica, tampoco tiene demasiada fortuna, es capturado en la primera jornada, en la segunda Tarife lo deja libre transitoriamente, hasta que pueda hablar con Leonor, de quien está enamorado, pero sólo para romper el compromiso y luego volver a prisión. En la tercera jornada Tarife reclama al preso que evidentemente no volvió, hasta que, con la ayuda de la Virgen de Atocha117, es vencido por los caballeros cristianos. No obstante, y a pesar de la victoria, la dama se queda con don Fernando, y a Lope lo recompensan con el premio consuelo de la mano de Elvira, la otra hija del alcaide. En El caballero de Illescas, don Lope de Mendoza tiene un papel secundario como noble castellano al servicio del infante don Fernando.

Luego tenemos tres obras donde el Lope de Lope comparte apellidos pero con algunas variaciones118. En Las dos bandoleras y la fundación de la Santa Hermandad de Toledo (1597-1603) tenemos al caballero don Lope Díaz, en Guerras de amor y de honor (1613?-1618?) tenemos al caballero don Lope Haro, y aunando a estos dos en Los Guzmanes del Toral (1599-1603) tenemos a don Lope Díaz de Haro.

Lope Díaz es capitán del ejército de Fernando III el Santo, junto a su primo Álvar Pérez burlan el honor de dos hermanas, Inés y Teresa. Ellas, compungidas porque los jóvenes no cumplen sus promesas de matrimonio huyen, se refugian en el monte y se dedican a vengar su honor: asaltan y matan a los hombres que pasan por el camino, contabilizan más de 50 asaltos y 30 muertes. Las devenidas villanas, cuando ya no son oprimidas por la figura paterna, por la obligación a la castidad o por el miedo a la injuria social, por una jornada parecen cumplir el deseo de Simone de Beauvoir de renunciar a la voluntad masculina de perpetuar la especie, pero en la tercera jornada, son hábilmente recapturadas por el rey, máxima expresión del poder patriarcal. Así ‘la mala providencia’ permite que se crucen con el monarca y que éste obligue a Lope y a Álvar a cumplir la promesa de matrimonio; a pesar de la reticencia inicial, los jóvenes se doblegan y aceptan encantados el mismo enlace del que rehuían. Esta podría ser la historia de una libertad que no fue, una independencia frustrada que también caracteriza al Lope histórico, el mismo de la moral dudosa que nunca abandonó sus amantes, su doble vida ni su carácter voluble, el mismo que si bien logró vivir de su escritura, también se desveló en la búsqueda de versos y acciones redentoras que le abrieran paso a la aceptación de la nobleza.

En Guerras de amor y de honor Lope de Haro sigue encarnando al caballero cristiano; aunque ahora ha logrado el puesto honorífico de ser parte del consejo del rey Fernando I de León y Castilla, protege al joven protagonista Martín Alfonso, y luego de varias peripecias termina casándolo con su hija. Aquí vislumbramos un papel importante para su obra y mucho más para su existencia: Lope, el padre coraje.

Mientras que en Los Guzmanes del Toral don Lope Díaz de Haro es un noble que representa un papel secundario en el tercer acto; relegado a los vaivenes de las acotaciones, sus intervenciones se limitan a congraciar al rey.

Hay tres obras donde el Lope alter ego también interactúa con personajes que tienen otros nombres del autor, así en La Santa Liga (1598-1603) Lope de Figueroa es un militar español cercano a don Juan de Austria y miembro de la Liga que vota para luchar contra los turcos, nos dice:

que yo solo basto

para yr con vuestra Alteza, y que se queden

los demas, que los dos solos bastamos. (TESO)

Por debajo de su rango encontramos a un soldado español con igual valía llamado Carpio; en El Sol parado (1596-1603) Don Lope Ponce es un caballero castellano al servicio del nuevo Maestre de Santiago (D. Pelayo Pérez Correa) y Carpio un cautivo cristiano en mano de los moros que alaba la grandeza del Maestre:

Este es el Comendador

de Portugal valeroso,

en caça y guerra famoso

en la lança, y el azor. (TESO)

Finalmente, en La villana de Getafe (1610-1614) Lope es un gracioso, criado de Don Félix Del Carpio; en esta obra me detendré un momento, ya que don Félix representa a un galán que se deja arrastrar, tal como el Félix real, por las pasiones amorosas que se cruzan en su camino. Mientras su criado, Lope, actúa como voz de la conciencia y va recordándole su promesa a doña Ana, la prometida. En Getafe conoce a Inés, una labradora que corteja prometiéndole matrimonio. Una vez se separan, la villana, al corriente del compromiso con Ana, decide urdir una serie de equívocos para que Félix y Lope sean considerados de ascendencia morisca, por lo que escribe una carta donde afirma:

que este cavallero con quien os casais es Morisco, y ansi mismo lo es su criado, ya se les haze la información, para echallos de España. Su aguelo de don Felix se llamava Zulema, y el de Lope lacayo Arambel Muley, que eso del Carpio es fingido (TESO)

De esta manera el casamiento es anulado, y aún Ana se lamenta, incrédula, de la ascendencia de su caballero, aunque no de la del criado:

Que Lope Morisco sea

aún lo parece en la cara

mas don Felix? (TESO)

Ramirez, el escudero de doña Ana, también asevera:

De Lope sempre temia,

Iulia que Morisco era,

cara tiene de quemado (TESO)

Finalmente, luego de nuevos enredos, y ya en el tercer acto, la villana logra hacer creer a Félix que es noble como él y que recibirá una dote, por lo cual logra que el donjuán cumpla su promesa de amor. De esta manera Félix del Carpio es engañado con más sagacidad de la que él usaba para engañar a sus amantes, aunque Lope, su criado, no tiene la misma suerte ya que no logra redimirse de la falsa acusación de ser moro.

En los amoríos del protagonista se ve reflejada la dicotomía pasional en la que el dramaturgo se vio sumido en la mayoría de sus relaciones, dividiendo su vida entre las palabras, el ardor cristiano y, sobre todo, entre los amores femeninos que terminaban cuando uno nuevo se presentaba. Ignacio Arellano y Carlos Mata contabilizan unas 13 mujeres ‘importantes’ en su vida119, y unos 15 hijos, asimismo comentan que “amor y literatura se darán la mano, se entrecruzarán continuamente en la biografía del Fénix y en su obra literaria” (2011:51).

Con menos damas de compañías pero con una prole semejante a la del poeta nos encontramos a un noble y fecundo don Lope en Los Porceles de Murcia (1599-1608), exquisita comedia de época contemporánea que presenta un propicio ejemplo que aúna estirpe y descendencia. Los orígenes del apellido Porcel que describe el texto y las posteriores disculpas por parte del autor, dada la intencionada tergiversación, son analizados por Teresa Ferrer en «Lope de Vega y la dramatización de la materia genealógica (I)».

En el segundo acto Lucrecia se lamenta por haber concebido 7 hijos e invoca el linaje de su esposo:

Yo me casé con don Lope,

caballero descendiente

de la ilustrísima casa

de los señores de Vélez

que esta tierra conquistaron,

de cuyas hazañas tienen

el apellido Fajardo

de los Alfajares Reyes,

a quien mató en desafío

el don Juan, de quien decienden,

que puesto que yo soy noble

no tanto como él merece. (vv. 1637-1648)

Lucrecia, como una versión femenina de Saturno, ante el miedo de ser “destronada” de su lugar de noble o, en el peor de los casos, acusada de engaño y sentenciada a muerte, envía a Beatriz a que ahogue a seis de sus hijos, para que

No diga mi esposo ausente

que fui adúltera y me maten

o los de Murcia me afrenten.

Porque no digan sus damas

que Lucrecia de Meneses

de un hombre solo y de un parto

parió, como puerca, siete. (vv. 1726-1732)

La frialdad de Lucrecia contrasta con el sentimiento paterno de don Lope, que no sólo salva a sus hijos, sino que dispone dónde se quedarán hasta encontrar el momento propicio para el reencuentro. Así, en el décimo cumpleaños de Sancho, el hijo elegido por Lucrecia (“el más hermoso / querrá el cielo que me herede”) don Lope decide desvelar la verdad sobre el intento de infanticidio de su mujer, para luego perdonarla y reconocer a los siete hijos como Porceles. Otra vez Lope, es el padre coraje.

Hasta ahora hemos repasado un Lope personaje que puede ser tanto un noble, como transmutarse en militar, imaginarse consejero del rey o convertirse en caballero, pero siempre en un universo social reconocido; así, estos personajes lopescos se mezclan en 23 obras donde el universo es aquel al que aspiró toda su vida, el que imitó en sus formas y en su dedicación. Arellano y Mata, al mencionar la práctica de esgrima del poeta, se refieren al empeño de representar un papel, uno que escapa de su obra y que coincide con su realidad:

La habilidad con la espada era una condición sine qua non para todo aquel que se preciase de cortesano; y aunque Lope no lo fue nunca, en sentido estricto, por sus años de estudio y formación, por sus buenas prendas de naturaleza y por sus nuevas habilidades adquiridas reunía muchas de las condiciones necesarias para aparentar tal faceta. (2011: 59)

Sin embargo, hay otra representación de Lope en las comedias que tiene que ver con el universo de la servidumbre. Contando La villana de Getafe que recién hemos mencionado, hay otras 10 obras en las que el alter ego desciende a un lugar que por derecho de nacimiento le hubiera tocado; así lo vemos como criado de doña Juana en La hermosura aborrecida (1604-1610), como paje de doña Mayor en El más galán portugués, duque de Berganza (1608-1613), criado de don Diego en Querer más y sufrir menos (1625-1630), lacayo de Filipo en El triunfo de la humildad y soberbia abatida (1612-1614), lacayo también de don Antonio en La Victoria de la honra (1609-1615), o de don Martín en La amistad y obligación (1620-1625)120, criado de Íñigo López en Las doncellas de Simancas121 (¿?) o de Ruy Velázquez en El Bastardo Mudarra (1612).

Resulta extraño, no obstante, que el nombre de Lope aparezca solamente en un título, Don Lope de Cardona, obra que también lo tiene como personaje. Se trata de un general aragonés que dando todo por su rey y por su patria es falsamente injuriado y desterrado. La acción trascurre en Valencia y en Sicilia, y la maliciosa figura del Príncipe Pedro contrasta con la dignidad de don Lope y su familia. Lope representa en su alter ego a un héroe enfrentado al poder tiránico del Príncipe y a la ineptitud de Rey, que es incapaz de controlar a su hijo; sin embargo, este enfrentamiento no supone la rebelión sino una reafirmación del código de honor, y al mismo tiempo es un cuestionamiento a los reinados ajenos a la ley divina. Este tema es abordado por Eugenia Fosalba en el Prólogo a la edición de Prolope, quien nos comenta

No creo en absoluto descabellado que Lope, y detrás de él, Enrique de Cardona, que aguardaba el favor real para dar carpetazo al litigio sucesorio –saltando por encima del obstáculo al virrey de Valencia, reino todavía independiente en el terreno administrativo, y adscripto a la corona de Aragón- que para este fin, y con esta comedia, estuviera intentando congraciarse con el Duque de Lerma (2010: 370)

Pero en la obra también se pone en primer plano al Lope exiliado que llora el desarraigo, cuando Cardona se lamenta:

Siendo palabras de Dios

que en su tierra ningún hombre

tendrá de profeta nombre,

hoy la cumplimos los dos:

yo con salir desterrado

y el rey con mandarlo así.

¡Oh, patria, hoy pierdes en mí

un hijo, un padre, un soldado! (vv. 532-539)

Otro de los juegos nominales que se podrían haber establecido es a partir de ‘De Vega’, en donde la poca aparición en las comedias podría dar mucho que hablar: en 6 obras aparece el famoso apellido noble De la Vega, y 5 de ellas, como ya podéis imaginarlo, son para el mismo personaje, Garcilaso de la Vega (Carlos V de Francia, Cerco de santa fe e ilustre hazaña de Garcilaso de la Vega, Comendadores de Córdoba, Hechos de Garcilaso de la Vega y moro Tarfe, y La hermosura aborrecida), la sexta obra, La Inocente Laura, tiene a Don Sancho de la Vega y Mendoza como personaje de uno de los disfraces de Laura.

Sin duda, también nos quedan pendientes las 19 obras que nombran a Carpio y las 35 obras en donde aparece Félix, casi la misma cantidad en las que aparece Lope. Pero, por ahora, nos quedamos con el juego de espejos que reflejan las existencias vividas y las posibles, las vidas inventadas, disfrutadas y frenéticamente trasmitidas por los Lope de Lope, porque, en palabras de Alberto Blecua refiriéndose a la obra poética del Fénix, “los límites entre poesía y realidad serán tan delgados que no sabremos a qué lado quedarnos” (Blecua, 1969).

Referencias bibliográficas

Arellano, Ignacio y Mata, Carlos, Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homo Legens, 2011.

Blecua, José M., «Introducción» en Obras poéticas de Lope de Vega, Planeta, Barcelona, 1969, pp. 7-70.

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Vega, Lope de, La Santa liga en Teatro Español del Siglo de Oro (TESO), Madrid, Chadwyck-Healey, España, 1998 [base de datos en CD-Rom].

Vega, Lope de, El sol parado en Teatro Español del Siglo de Oro (TESO), Madrid, Chadwyck-Healey, España, 1998 [base de datos en CD-Rom].

Vega, Lope de, La villana de Getafe en Teatro Español del Siglo de Oro (TESO), Madrid, Chadwyck-Healey, España, 1998 [base de datos en CD-Rom].

Ferrer Valls, Teresa, «Lope de Vega y la dramatización de la materia genealógica (I)», en J. M. Díez Borque (ed.), Teatro Cortesano en la España de los Austrias, Cuadernos de Teatro Clásico, 10, 1998, pp. 215-31.

Pedraza Jiménez, Felipe B., Lope de Vega. Pasiones, obra y fortuna del “monstruo de la naturaleza”, España, Edaf, S.L., 2009.

Oleza Simó, Joan, et al., Base de Datos y Argumentos del teatro de Lope de Vega. ARTELOPE.

Oleza Simó, Joan, «La importancia de llamarse Leonardo: en busca de un archipersonaje en el teatro de Lope de Vega», en TeaPal. Revista sobre Teatro Áureo, nº 6, 2012, pp. 203-220.

Poe, Edgar A., «William Wilson» en Obras Completas, V. I, trad. Julio Cortázar, Aguilar, 2007.