LITTERÆ
Multilingual literary magazine
(Sunday Seven)
- ¡Ay! Cómo estoy enfermo ahora, vale más que tu vayas a cortar la leña esta semana. Y el otro, como era tan bueno, iba al monte semana tras semana y hacia tambien el trabajo del malo.
Un dia que el envidioso se habia quedado en casa como de costumbre, el buen leñador habia cortado mucha leña y, como era natural, estaba cansado. Como la casa donde vivian quedaba muy lejos decidió quedarse al pie de un árbol que estaba junto a un ojito de agua. Como a la media noche oyó que alguien cantaba. Al principio creyó que alguien se habria acampado en la cercania, pero cuando ya bien despirto oyó lo que se cantaba, notó que no eran precisamente voces de personas las que se oian. Con todos sigilo se levantó y con mucho cuidado se acercó al lugar de donde provenian las voces y cual no seria su sorpresa al ver muchas hadas cantando y bailando en derredor de una hoguera.
Lunes y martes y miércoles tres.
Lunes y martes y miércoles tres...
Pero de este estribillo no salian. Lo repetian y lo repetian; parecia que era la única canción que conocian. Entonces se le ocurrió al leñador salir, y como es natural, lo vieron las hadas.
- ¿Qué quieres, hombre mortal? Le preguntaron las hadas. -¿Porqué vienes a interrumpirnos?
- Porque les puedo ayudar. Miren, óiganme y veran como su canción se oye más bonita asi.
Luego cantó:
Lunes y martes y miércoles tres,
Jueves y viernes y sábado seis.
Válgame, Dios mio, ya se volvian locas de contento las hadas. De pronto se fijaron que el pobre leñador estaba jorobado y le hicieron que se hincara. Cuando se hinco le tocaron la joroba con una varita mágica y la joroba desapareció, y el leñador quedó hecho y derecho.
En esto, empezó a temblar la tierra; a moverse las piedras; todo con gran estruendo.
- ¡Son los ogros malvados que vienen! Prontito, -le dijeron las hadas al leñador, -Súbete a ese árbol porque se te cogen te matan. Y en esto se desaparecieron las hadas. En un abrir y cerrar de ojos se subió el leñador al árbol y se escondió entre las ramas. Llegaron tres enormes diablos y acomodándose junto al árbol donde estaba el leñador, empezaron a platicar. - Bueno, amigos, ¿que maldades habéis hecho durante este último año? Asi se preguntaban uno al otro.
- Pues yo, dijo uno de ellos, - cegué a todo un pueblo, de tal manera, que no el sol pueden ver.
Todos rieron a carcajades. El segundo ogro dijo:
- Tu creerás que eso es trabajo, yo a mi reino lo he condenado a enudecer. Y tan mudos estan todos, que ni los niños pueden llorar.
Todo volvieron a reir estrepitosamente. Entonces el tercer ogro dijo:
- Pues señores, yo tampoco he estado de flojo. A todo mi reino he ensordecido a tal grado que ni a una alma en pena oyen.
Los otros, igual que este último, se retorcian de risa porque eran tan malvados que las miserias humanas las hacian sentirse felices. El pobre leñador oyendo todo este temblaba como un azogado.
- Sin embargo, dijo el primero de los ogros. - Si ustedes han hecho lo que yo, entonces todo camina bien. Esos pobres desgraciados a quienes he hecho ciegos, no saben que es muy fácil curarse. Naturalmente, no vayan a creer que yo los voy a sanar, ni mucho menos decir como hacerlo.
- Bueno, dijo otro de los ogros, - a nosotros si nos vas a decir, ¿qué no? Yo tamben tengo un remedio para curar la sordera y estoy seguro que neustro compañero tambien tiene un remedio para curar la mudez.
- Tienes razón. Dijo el ogro creador de la mudez. - Tambien yo tengo un remedio para aliviar ese mal.
- Señores, dijo el primer ogro,- para curar a los ciegos de mi pueblo, todo lo que es necesario hacer es recoger el rocio de la primera semana de abril. Luego, mojándose el dedo en ese rocio, se frotan los ojos del ciego y la ceguera desaparece.
- Deberas guardar bien el secreto, pues eres un chico ingenioso, exclamó otro.
- Atención a mi remedio. Como les dije, a mi reino lo he dejado sordo. ¿Sabéis cuál es el remedio? Es mucho más dificil de curar que la ceguera. ¿Ustedes han oido hablar del Cerro de las Campanas? Todo lo que hay que hacer es llevar al sordo a donde está ese cerro; colocarlo cerca de la loma y luego pegarle a una piedra con un martillo. El ruido que produce el choque del martillo con la piedra, quitará la sordera de los afligidos.
- Eso no es nada, dijo el tercer ogro. - Para curar a los mudos de mi tierra hay que salir al campo a recoger las flores del cenizo, que nada mas florece despues de una lluvia. Se corta la flor, se hierve, se hace un te y el que lo toma luego quedará sano de todo mal, no solo de la mudez.
Todos los ogros se rieron muchisimo, pero como ya se aproximaba el alba, decidieron volverse a sus respectivos reinos, citandise para volverse a juntar bajo el mismo árbol al siguiente año en la misma fecha.
Tan pronto como hubieron partido los ogros, el leñador se bajó del árbol, y se dijo, -ahora si que me va a ir bien, ya que las hadas me han curado mi joroba, pagaré bien con bien yendo a sanar a esos pobres maltrechos por los ogros. Pero es todavia falta algun tiempo para que llegue el mes de abril, y a curar a los sordos y a los mudos.
Caminando y caminando llegó por fin a la tierra de los mudos. Recogió las flores del cenizo, preparó el té y se lo dió a los mudos. Estos, al instante hablaron. Tan agradecidos quedaron que cargaron el burrito que llevaba el leñador con barras de oro y plata.
De la tierra de los mudos viajó a la de los sordos. Los llevó al Cerro de las Campanas y todos quedaron sanos. ¡Dios mio! Qué regocijo entre todo aquel pueblo, y estos tambien le cargaron otro burrito con barras de oro y plata. Como ya se aproximaba el mes de abril, se fué a la tierra de los ciegos. Llegó, y en prado se acampó. Llegando la primera semana de abril recogió el rocio y entrando al pueblo curó a todos los habitantes. Se difundió la alegria por doquier y el leñador tambien salió de alli colmado de bienes.
Por fin regresó a su tierra y llegando a su casa donde lo esperaba su compañero, le contó a este lo que le habia pasado. El jorobado despota no le importaba tanto el oro y la plata que habia traido el leñador, pero si le envidiabala falta de la joroba.
- Compadre, le decia al leñador, -¿por qué no me enseñas donde esta ese árbol? Dentro de poco vendran los ogros otra vez, quizá oiga yo tambien algo que me colme de bienes, pero lo que más me importa es ver si las hadas me quitan esta joroba.
El leñador, como era noble de corazón y bueno de por si, tuvo piedad del jorobado y en la mañana del aniversario de la junta de los ogros lo llevó al árol. El jorobado malvado sin darle las gracias, se trepó al árbol y se preparó a esperar, tanto a las hadas como a los ogros.
Pero antes de que llegaran las hadas, tembló la tierra y crujieron lás piedras, y se aparecieron los ogros.
- Compañeros, dijo el más grande, - hay un traidor entre nosotros. Alguien ha curado la ceguera de mi pueblo. Nosotros fuimos los únicos que oimos lo que discutimos hace un año.
- Yo no fui, dijo uno, - porque en mi pueblo tambien los mudos hablan.
- Y mis sordos oyen, dijo el otro. - Un leñador llegó a mi pueblo y a todos curó.
- ¡Ese fué el mismo que curó a mi reino! Exclamaron los otros dos ogros a un tiempo.
En esto salieron las hadas cantando y bailando, ya sin miedo a los terribles ogros.
Lunes y martes y miércoles tres;
Jueves y viernes y sábado seis.
Para esto el jorobado que habia visto salir a las hadas ya no podia dominar la impaciencia y el deseo de añadir algo al estribillo para que le quitaran la joroba. Cuando oyó a las hadas, gritó lo primero que se le ocurrió. -¡Y domingo siete! Añadio al final de la estrofa.
Petrificados como estatuas quedaron tanto los ogros como las hadas. Pero recobrándose casi al instante de su asombro, las hadas exclamaron:
- ¡Nuestra canción ha quedado arruinada! Y desaparecieron al instante.
Los ogros, tambien recobrándose, dijeron:
- ¡Ahi está el traidor! Y subiendose al árbol bajaron al pobre jorobado.
- Conque fuiste tu, araña insignificante, el que descubrió nuestros secretos. Pues toma, y le plantaron otra joroba para que hiciera juego con le que ya traia.
Narrator:
Sra. Carmen F. de Cordova
age 54
El Paso, Texas.
http://www.escueladeescritores.com.
Margaret Atwood: Momentos significativos