La lucha contra la pobreza en el régimen federal: algunos
ejemplos tomados de la experiencia canadiense
Notas para una alocución
del Honorable Stéphane Dion
Presidente del Consejo Privado y
Ministro de Asuntos Intergubernamentales
Veracruz (México)
15 noviembre 2001
Compárese con la alocución pronunciada
Si me pidieran que
resumiera el federalismo en dos principios, yo elegiría la libertad y la
solidaridad: a la vez la libertad que tiene cada gobierno de la federación de
legislar en los campos que les haya atribuido la Constitución, y la solidaridad
que todos esos gobiernos se deben mutuamente en el interés del país en su
conjunto.
Y si me pidieran que
eligiera los dos valores con mayor capacidad para inspirar una lucha eficaz
contra la pobreza, yo elegiría siempre la libertad y la solidaridad : la
libertad individual bajo sus diferentes expresiones políticas y económicas; y
la solidaridad verdadera de todos los ciudadanos.
Así como todos
tenemos nuestra propia idea sobre la mejor manera de luchar contra la pobreza,
tenemos nuestras opiniones respecto a los papeles que conviene atribuirle al
gobierno federal y a los gobiernos de las entidades federadas. Pero en los dos
casos, si reflexionamos bien al respecto, buscamos la mejor combinación posible
de la libertad y la solidaridad, tanto las propias a los ciudadanos como a los
gobiernos.
Quisiera plantear hoy,
con ocasión de esta prestigiosa conferencia en la que tengo el honor de
participar, que cuando se trata de luchar contra la pobreza en un régimen
federal, no hay una división a priori de papeles entre los dos órdenes de
gobierno que sea válida en todos los contextos, para todas las políticas.
Según lo que pretendamos hacer, los papeles propios de los dos órdenes de
gobierno variarán. Pero lo importante es que la búsqueda de una mejor
división de los papeles y de la cooperación óptima entre los gobiernos se
inspire en los principios de libertad y solidaridad.
Cuando todos los
gobiernos de una federación, tanto el gobierno federal como los gobiernos de
las entidades federadas, buscan ayudarse respetando la libertad de acción de
cada cual, entonces se otorgan las mejores capacidades para ayudar a los
ciudadanos, incluidos los más desprovistos. Una federación animada por tal
espíritu ofrece quizás el sistema político más eficaz que existe.
En Canadá, la lucha
contra la pobreza ha marcado profundamente nuestro federalismo. Canadá es una
federación descentralizada cuya Constitución le atribuye a las entidades
federadas, llamadas provincias, numerosas competencias legislativas propias.
Esos gobiernos provinciales retienen además una parte importante de los
ingresos públicos y disponen así de una gran libertad para innovar e inventar
soluciones adaptadas a los contextos propios de sus poblaciones. Pero el
gobierno federal tiene también un papel esencial, que es el de consolidar la
solidaridad de todos los canadienses. Nuestros éxitos del pasado así como los
futuros en la lucha contra la pobreza han exigido y exigirán siempre esta
combinación de la libertad y la solidaridad de todos los miembros de la
federación.
Los cinco ejemplos
siguientes muestran, a su manera, cómo el gobierno federal canadiense y los
gobiernos de las provincias han sabido combinar la creatividad de cada cual y la
solidaridad de todos con el fin de proveerse poderosas herramientas de lucha
contra la pobreza.
1. El sistema de salud público
Mi primer ejemplo es
uno que enorgullece particularmente a los canadienses: nuestro sistema de salud
público. En Canadá, los servicios médicos de base son financiados con fondos
fiscales. Sería inaceptable para nosotros que los ciudadanos menos afortunados
no tuvieran acceso a los mismos servicios que los demás ciudadanos. Ahora, el
gobierno que creó el régimen de salud público fue el gobierno de la provincia
de Saskatchewan. Pero el gobierno que más ha contribuido a ampliar esa
innovación de Saskatchewan a la totalidad de Canadá es el gobierno federal.
Nuestros gobiernos
provinciales establecieron sus propias políticas de salud. El gobierno federal
los ayudó en eso, especialmente mediante un financiamiento que entrega sólo
con una condición: el respeto a los principios morales de nuestro sistema de
salud público, que son gestión pública, integridad, universalidad,
transferibilidad y accesibilidad.
Canadá, tal como
otros países, enfrenta el aumento de los costos de la salud ligados a las
nuevas tecnologías y el envejecimiento de la población. Buscamos intensamente
soluciones a este problema y las encontraremos, como siempre, inspirados por los
valores de libertad y solidaridad.
2. El seguro de desempleo
El establecimiento en
Canadá del seguro de desempleo ofrece un ejemplo en el cual las entidades
federadas aceptaron, por solidaridad con todo el país, ceder una de sus
competencias constitucionales al gobierno federal. Eso aconteció en uno de los
períodos más difíciles de nuestra historia social, el de la gran depresión
de los años 1930. La población de todas las provincias enfrentaban problemas
enormes de pobreza y desempleo. Los gobiernos provinciales no tenían los
recursos para ayudar a la multitud de desempleados. El gobierno federal
consideró el establecimiento de un programa de seguro de desempleo a escala
nacional. Pero los tribunales dictaminaron que no tenían el poder
constitucional para hacerlo. A continuación se celebraron negociaciones
federales-provinciales duras y difíciles. Finalmente, en 1940, los gobiernos
provinciales aceptaron, por unanimidad, junto con el gobierno federal, que una
enmienda constitucional debía permitir la creación de un régimen federal de
seguro de desempleo.
Si ahora contamos con
uno de los mejores programas del mundo de ayuda a los desempleados, eso se debe
a una acción federal que fue posibilitada por el acuerdo de todas las
provincias. Esta política federal se aplica a todo el país, pero es flexible,
está modulada conforme a las condiciones del mercado de empleo en las
diferentes regiones. La solidaridad no se debe confundir con la uniformidad,
sino que debe tener en cuenta las necesidades de todos.
3. La educación
Si el seguro de
desempleo de Canadá nos ofrece un ejemplo de una centralización que ha sido
beneficiosa para el país en su conjunto, las políticas de educación de estilo
canadiense representan el caso inverso: son un ejemplo en que el mantenimiento
de responsabilidades a escala provincial ha dado buenos resultados.
No hay ministerio
federal de educación en Canadá. Nuestros estudiantes no deben dar exámenes
nacionales. No existen normas nacionales en materia de educación. Salvo en el
caso de los indígenas, el gobierno federal no interviene en la educación como
tal. Ofrece asistencia financiera y fiscal a los padres y a los estudiantes,
transfiere fondos a las provincias para el financiamiento de la educación post-secundaria
y contribuye a la investigación en las universidades. Pero el personal docente,
los establecimientos de enseñanza, lo que se enseña desde la escuela maternal
a la universidad, todo eso es competencia constitucional de los gobiernos
provinciales.
Cada uno de los
gobiernos provinciales de nuestro país es completamente responsable de su
propia política en materia de educación. Dicho eso, nuestros gobiernos
provinciales se consultan en relación a sus experiencias respectivas,
especialmente en el Consejo de Ministros de Educación que reúne
periódicamente a los ministros de educación de nuestras diez provincias y
nuestros tres territorios.
Esta
descentralización de responsabilidades en materia de educación puede parecer
anormal. Regularmente se escuchan voces en Canadá que reclaman un papel mayor
de parte del gobierno federal en este campo. Pero el hecho es que nuestros
estudiantes obtienen buenos resultados en los concursos internacionales. Por
ejemplo, los dirigentes del Tercer Estudio Internacional de Matemáticas y
Ciencia, realizado en 1999, concluyeron que los resultados de Canadá en
matemáticas y en ciencias son extremadamente satisfactorios y muy superiores al
promedio internacional. El hecho es que Canadá también ocupa el primer lugar
mundial en cuanto al porcentaje de la población que ha hecho estudios
superiores (informe del 2001 del World Competitiveness Yearbook).
Quizás porque soy
profesor de profesión, estoy convencido de que la educación es el instrumento
más poderoso en la lucha durable contra la pobreza. Los canadienses con menos
de diez años de escolaridad corren tres veces más riesgo de quedar
desempleados que nuestros universitarios y tienen una renta personal media que
no llega a la mitad de la renta de estos últimos. Si Canadá tiene una de las
economías más competitivas del mundo, es en gran parte porque nuestras
instituciones educativas son de buena calidad. Y eso ha sido posible en un
sistema federal que reconoce la plena libertad de las provincias de concebir sus
propias soluciones.
4. La lucha contra la pobreza de las personas mayores y los niños
La lucha contra
pobreza de las personas mayores y los niños es uno de los más grandes éxitos
de la política social de Canadá. La pobreza ha disminuido mucho entre las
personas mayores en Canadá. En 1965, 41% de las familias constituidas por
personas mayores vivían por debajo del umbral de bajos ingresos tal como lo
calcula la Dirección de Estadísticas de Canadá. En 1999, ese porcentaje
había bajado a 1,8%.
Se trata de un éxito
que es fruto de muchos decenios de esfuerzos continuos de parte de nuestros dos
órdenes de gobierno. De hecho, la cuestión de las pensiones de seguro de vejez
constituye B después de una
modificación constitucional introducida en 1951 B
uno de los escasos campos de competencia concurrente en nuestra Constitución.
Este arreglo ha hecho
que Canadá haya podido crear un régimen de pensión de vejez nacional que es
administrado conjuntamente por el gobierno federal y las provincias. Pero
también ha permitido a una de nuestras provincias B
Quebec B ponga en marcha su propio
régimen de pensiones. Permitiéndole al mismo tiempo harmonizar en gran medida
con el régimen pancanadiense en el plano de las cotizaciones y de las
prestaciones, el régimen de Quebec permitió utilizar los fondos de pensiones
así creados como instrumento de inversión y desarrollo económico en esa
provincia.
El desempeño de
Canadá en la lucha contra la pobreza es menos brillante en referencia a los
niños, en 1999, 13,7% viven en familias de bajos ingresos. Se trata, sin
embargo, del campo al que consagramos actualmente nuestros mayores esfuerzos.
Esta lucha más intensa contra la pobreza de los niños ofrece un ejemplo no de
centralización como el seguro de desempleo, ni de descentralización como la
educación, ni tampoco de coordinación en un campo de competencia compartida
como las pensiones de vejez, sino más bien de mayor concertación entre los dos
órdenes de gobierno que utilizan cada uno sus propios instrumentos de política
social.
Nuestros gobiernos han sentido la necesidad de reexaminar sus políticas de
ayuda a las familias. A pedido de las provincias, el gobierno federal ha
aumentado su ayuda financiera a las familias de ingresos bajos o modestos
recurriendo al régimen fiscal pancanadiense. Complementariamente, las
provincias han aumentado la ayuda que dispensan a esas familias, bajo la forma
de apoyo financiero, guarderías infantiles u otros servicios. Dicha ayuda
varía según las políticas elegidas por cada gobierno provincial. Esta gran
ofensiva federal-provincial contra la pobreza, lanzada en 1998, se llama la
prestación nacional para los niños. No tardaremos en medir los frutos de esta
cooperación intergubernamental ejemplar en un régimen federal.
5. La ayuda federal a las provincias menos ricas
Uno de los papeles
fundamentales de un gobierno federal es el de velar por la distribución de la
riqueza colectiva entre las entidades federadas. Es por lo menos lo que pensamos
en Canadá. Incluso lo convertimos en un principio constitucional en 1982.
Queremos que nuestros gobiernos provinciales puedan ofrecerles a los canadienses,
donde sea que habiten, servicios de calidad comparable.
Desde 1957, tenemos en
Canadá un programa de perecuación por el cual el gobierno federal ofrece ayuda
financiera a los gobiernos provinciales cuya capacidad fiscal sea inferior a la
media nacional. Esa ayuda financiera es incondicional: los gobiernos
provinciales pueden utilizarla como lo deseen en su propia esfera de competencia.
El objetivo de la perecuación no es el de uniformar la federación sino el de
ofrecer a todos los gobiernos provinciales una capacidad relativamente similar
de innovar y de elegir políticas de calidad correspondientes a las necesidades
propias de sus poblaciones.
Ese programa de
perecuación representa sumas de dinero relativamente importantes: en años
buenos y malos alcanza a un poco más de 1% de nuestro producto interno bruto.
Si bien el monto y el cálculo de esos pagos son el objeto de vivos debates, no
deja de ser verdad que los partidos políticos de todas las tendencias y los
canadienses de todas las regiones del país apoyan ese principio de
redistribución entre las provincias más prósperas y las menos prósperas. He
ahí una medida de la solidaridad entre los canadienses.
Conclusión
Al describir los
servicios de salud accesibles a todos, la asistencia a los desempleados, la
educación, la ayuda a las personas mayores y a las familias de bajos ingresos,
la redistribución regional, he descrito cinco políticas canadienses que
constituyen poderosos medios para combatir la pobreza.
He mostrado que el
papel de los dos órdenes de gobierno varía mucho de una política a otra: la
perecuación y el seguro de desempleo corresponden al gobierno federal, la
educación a las provincias, mientras que la salud, las pensiones de vejez y la
ayuda a las familias se basan en una complementariedad de papeles.
Evidentemente los
contextos varían mucho de una federación a otra. Todos sabemos que la pobreza
en México no se parece a la que combatimos en Canadá. Pero Canadá de los
años treinta, enfrentando la gran depresión, no era un país rico según los
criterios de hoy día.
Si hay una enseñanza
que se puede desprender de la experiencia canadiense, es que nunca hay que
desanimarse frente a los desacuerdos que acontecen regularmente entre los
gobiernos de una federación. Todas las políticas que yo les he descrito han
dado lugar a debates difíciles. En una federación democrática, el gobierno
federal y los gobiernos de las entidades federadas están frecuentemente
formados por partidos políticos diferentes, cada uno con su filosofía
política, su manera de ver. Cuando las cosas van mal, cuando por ejemplo la
pobreza aumenta, los desacuerdos se hacen todavía más ásperos. Pero esas
dificultades pueden ser superadas por la negociación, la discusión y el
respeto mutuo, de suerte que los gobiernos llegan a encontrar buenas soluciones.
La fuerza del
federalismo no es garantizar la concordia permanente entre los gobiernos. La
federación del Nirvana no existe. La fuerza del federalismo es instaurar una
emulación positiva entre los gobiernos que, por sobre sus diferencias en puntos
de vista, se respetan y son solidarios mutuamente, reflejando la solidaridad que
une a los ciudadanos de todo el país.
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